CÓMO TENER DIECINUEVE AÑOS
Evita cualquier superficie mínimamente reflectante. El medidor social de dignidad es el cuerpo, es tu cuerpo. Cruza la calle e intenta echar la tripa hacia dentro porque ese es el foco de todos, tu tripa. El propósito de la mayor parte de la población no es llegar a fin de mes, sino juzgarte por esa tripa tuya. No les importa coger el metro, sino intentar adivinar lo que comiste. No quieren saber si la abuela está bien o el resultado del derby, quieren abrirte en canal con los ojos, hacer una descarnada radiografía de tu vientre, jugar contigo como niños jugando a Operación, esperando a que se te encienda la cara como un botón rojo.
Es miércoles y no has ido a entrenar. Es miércoles y además has comido huevos fritos con patatas –lo sabrán de inmediato, tienen que saberlo–, luego bebiste mucha agua para no comer más porque ‘frito’ no es comida de miércoles. Hay comidas de lunes, de martes, de miércoles, jueves y viernes. Hay comidas de fin de semana, alimentos-pánico. Repasa mentalmente todo lo que comiste la semana pasada, ponte nerviosa. Asume la sensación de ingravidez; eres un ente que flota, anclado al asfalto por una cuerda invisible. Vuelve a la realidad, sal de la realidad, vuelve a la realidad, no has hecho deporte, sal de la realidad de inmediato. Acuérdate de la celulitis y entonces intenta meter el culo hacia dentro, intenta autoconvencerte de que tu obsesión es más fuerte que tu genética, todo esto mientras haces hipopresivos. “Believe in yourself”. “Just do it”. “Sky's the limit”. El agua del mediodía va volviendo al esófago presionada por tu estómago tenso. Intenta entonces no ponerte roja.
Entra por la puerta del baño de la facultad, roza sin querer con tu cadera a alguien que sale, y aunque no te detengas a mirar, piensa que esa chica está más delgada que tú. En seguida verás que esa chica sin nombre, esa presencia fugaz, ese rastro sin huella, está flaca. Te ha ganado. Recuerda entonces que tus caderas vienen así de casa e intenta no sentirte mal por ello, acuérdate de lo que te dijeron el otro día menos si era un halago, si era un halago no te lo creas: duda del motor de los hechos, duda también de su orden. No te mires en espejos, hoy es mejor no hacerlo aunque no recuerdes cómo vas peinada. Haz una cuna de papel higiénico y siéntate en la taza.
Lo mejor será buscar una camiseta XXL que no dispute con tu cadera, que la oculte, pero esas camisetas te van a hacer parecer enorme, marimacho, y te seguirán mirando por la calle. Piensa que no hay alternativa, que quizás a la próxima deberías usar la camiseta que no tienes, ayunar, hacer deporte todos los días, obligarte a andar todo el rato. Obligarte a andar incluso cuando el pavimento arde, a andar diluviando, a andar incluso sabiendo que llegarás tarde a una cita que inventaste para andar más sin que nadie lo sepa. Comiste lo que nadie debería comer, andarás cuando nadie más ande.
Tira de la cadena: el problema sigue ahí, te van a seguir mirando. Piensa, ¿y un vestido? Lo malo de los vestidos es que se te ven las piernas y los brazos. Lo malo de los vestidos es que tú vas dentro. Llora en el baño, no vomites, sal del baño. Piensa en el color de la camiseta que te tienes que comprar. Hace poco te dijeron que el blanco a las chicas pálidas no les favorece, sin embargo el azul marino, el rojo o el negro hacen que destaquen más. Duda si es mejor estar fea, o además de estar fea, encima destacar. No pienses en tus pechos, el chaval dijo que son “tetas de mano” pero que son bonitas, que por lo menos no dan dolor de espalda. Lávate las manos, sube por la escalera, entra en clase. Al salir de clase ponte la sudadera. Te queda grande, recuerda que adelgazaste. Recuerda también que te preguntaron por el truco. Pregúntate si el truco se va a ir o es para siempre.
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