domingo, 15 de octubre de 2023

Buenos días a todos, No tengo demasiado claro si hay que colgar aquí el relato, pero bueno os lo dejo. Gracias y hasta el miercoles. Amparo Mirarte al espejo siempre te gustó. Es lo que tiene ser guapa, que desafías, te sabes ganadora y buscas cualquier reflejo con esa seguridad aplastante del que roza la meta. Desmaquillarte despacio, con decenas de cremas que a cualquier mortal le dividirían por dos el sueldo, masajeando una piel cada día más ajada, intentando olvidar esa maldita cuenta atrás que es vivir. Peinarte la melena con puntas en estado de revista, despacio, de un lado y del otro, rodeada de ese ambiente cálido que la estirada interiorista bordó. Es tu lugar en el mundo, el último reducto, tu escondite. Ordenado como esas tiendas que te gusta visitar, todo en madera natural, que la madera está viva y respira y sobre todo ese árbol del Brasil tan exótico del que ahora no recuerdas el nombre, pero del que debieron talar unos cuantos ejemplares para complacerte. Y tus ojos como en una peregrinación diaria buscan las fotos del estante, Elena como bebé sonrosado, Elena de primera comunión, Elena con el ratón Mickey, Elena graduada, siempre pulcra y estudiosa, ni un disgusto te ha dado. Un modelo y un ejemplo. Generosa, elegante y con ese punto sufridor marca de la casa. Elena tan como tú sin ser tuya. Te miras al espejo y pese a esas luces de camerino, descubres las bolsas más grandes que ayer y esas comisuras traicioneras, y recuerdas que tienes que llamar a ese cirujano del que te habló Margarita. Abres el cajón izquierdo y dentro de una preciosa caja veneciana encuentras tu botiquín particular, Orfidales, Valiums, Lexatines y Tranxiliums, amigos íntimos que te garantizan ese duerme vela imprescindible. Y acaricias la caja pensando en el coctel de hoy, y querrías volver atrás pero no puedes, a aquella mañana donde tu marido te plantó en los brazos un bebé de días. Elena, tu Elena llegó desde la completa oscuridad. Pero te callaste, no hiciste preguntas, mejor no saber, lo que no se habla no existe. Tan como tú sin ser tuya. Olvidarte de su origen funcionó durante años, pero ahora cambias de canal cuando escuchas hablar de niños robados, y te vas al baño porque se te encoge el estómago. Y estás a un tris de descolgar el teléfono de llamarla, de buscarla, de contarle. Pero te recompones, bebes agua y vuelves a la seguridad de tu sofá, mientras piensas como combinaras los ansiolíticos esta madrugada.

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