martes, 24 de octubre de 2023

CÓMO TENER DIECINUEVE AÑOS 2.0. (EXTENDED MIX).

 CÓMO TENER DIECINUEVE AÑOS 2.0. (Versión ampliada).



Evita cualquier superficie mínimamente reflectante. El medidor social de dignidad es el cuerpo, es tu cuerpo. Cruza la calle e intenta echar la tripa hacia dentro porque ese es el foco de todos, tu tripa. El propósito de la mayor parte de la población no es llegar a fin de mes, sino juzgarte por esa tripa tuya. No les importa coger el metro, sino intentar adivinar lo que comiste. No quieren saber si la abuela está bien o el resultado del derby, quieren abrirte en canal con los ojos, hacer una descarnada radiografía de tu vientre, jugar contigo como niños jugando a Operación, esperando a que se te encienda la cara como un botón rojo. 


Es miércoles y no has ido a entrenar. Es miércoles y además has comido huevos fritos con patatas –lo sabrán de inmediato, tienen que saberlo–, luego bebiste mucha agua para no comer más porque ‘frito’ no es comida de miércoles. Hay comidas de lunes, de martes, de miércoles, jueves y viernes. Hay comidas de fin de semana, alimentos-pánico. Repasa mentalmente todo lo que comiste la semana pasada, ponte nerviosa. Asume la sensación de ingravidez; eres un ente que flota, anclado al asfalto por una cuerda invisible. Vuelve a la realidad, sal de la realidad, vuelve a la realidad, no has hecho deporte, sal de la realidad de inmediato. Acuérdate de la celulitis y entonces intenta meter el culo hacia dentro, intenta autoconvencerte de que tu obsesión es más fuerte que tu genética, todo esto mientras haces hipopresivos. “Believe in yourself”. “Just do it”. “Sky's the limit”. El agua del mediodía va volviendo al esófago presionada por tu estómago tenso. Intenta entonces no ponerte roja. 


Entra por la puerta del baño de la facultad, roza sin querer con tu cadera a alguien que sale, y aunque no te detengas a mirar, piensa que esa chica está más delgada que tú. En seguida verás que esa chica sin nombre, esa presencia fugaz, ese rastro sin huella, está flaca. Te ha ganado. Recuerda entonces que tus caderas vienen así de casa e intenta no sentirte mal por eso, acuérdate de lo que te dijeron el otro día menos si era un halago, si era un halago no te lo creas; duda del motor de los hechos, duda también de su orden. No te mires en los espejos, hoy es mejor no hacerlo aunque no recuerdes cómo vas peinada. Haz una cuna de papel higiénico y siéntate en la taza. 


Lo mejor será buscar una camiseta XXL que no dispute con tu cadera, que la oculte, pero esas camisetas te van a hacer parecer enorme, marimacho, y te seguirán mirando por la calle. Piensa que no hay alternativa, que quizás a la próxima deberías usar la camiseta que no tienes, ayunar, hacer deporte todos los días, obligarte a andar todo el rato. Obligarte a andar incluso cuando el pavimento arde, a andar diluviando, a andar incluso sabiendo que llegarás tarde a una cita que inventaste para andar más sin que nadie lo sepa. Comiste lo que nadie debería comer, andarás cuando nadie más ande. 


Tira de la cadena: el problema sigue ahí, te van a seguir mirando. Piensa, ¿y un vestido? Lo malo de los vestidos es que se te ven las piernas y los brazos. Lo malo de los vestidos es que tú vas dentro. Llora en el baño, no vomites, sal del baño. Piensa en el color de la camiseta que te tienes que comprar. Hace poco te dijeron que el blanco a las chicas pálidas no les favorece, sin embargo el azul marino, el rojo o el negro hacen que destaquen más. Duda de si es mejor estar fea, o además de estar fea, encima destacar. No pienses en tus pechos, el chaval dijo que son “tetas de mano” pero que son bonitas, que por lo menos no dan dolor de espalda. Lávate las manos, sube por la escalera, entra en clase. Al salir de clase ponte la sudadera. Te queda grande, recuerda que adelgazaste. Recuerda también que te preguntaron por el truco. Pregúntate si el truco se va a ir o es para siempre. 


Baja por las escaleras. Sal a la calle. Es de noche, date cuenta. Observa a tu alrededor ansiosamente. Ya no te mira nadie. Aún así, no mires a nadie a los ojos, pueden leer lo egocéntrica que eres. Anda apretando el abdomen aunque tu casa quede lejos. Piensa en lo bien que guardas tus trucos, piensa en tu constancia, enorgullécete. Hay tanta humedad que el suelo está mojado. Que no te de miedo resbalar y caerte; lo que debería darte es vergüenza. Hace frío, mucho frío. Sabías que iba a hacer frío, de hecho por eso no cogiste chaqueta; dicen que así se quema más. Siéntete congelada. Siente que respirar duele. Saca vaho por tu boca, saca vaho a través de tu tráquea rasgada. Pásate todo el camino pensando en rechazar lo que tu madre quiere que cenes. Saca las llaves, abre la puerta, entra en casa. Suelta el abdomen. Anticipa la presencia del vino y el olor a tabaco. Entra en la cocina. Dile a tu madre que no quieres eso, que ya estaba hablado. Incide en que siempre lo repites. Espera a que mienta, a que diga que no ha hecho ese montón de comida para ti. Espera a que no te mire a los ojos y se vaya a dormir. Siéntete una desgracia.


Que te dé rabia que intenten compensar el no escucharte con comida que no quieres. Que te dé rabia toda esa comida en el banco de la cocina, como una pila de folios por corregir. Que te dé más rabia aún parecer desagradecida. Tu hermano se reirá de ti. Tu hermano se reirá de ti llamándote niñata, señalándote, ridiculizándote, gritando con la boca llena de comida. Que te dé rabia eso también. Corre hacia tu cuarto mientras la ira te cubre, pero no grites. Sus carcajadas te persiguen por el hueco de la escalera. Él grita, entonces tú no grites. Él puede gritar, pero tú no grites. Cierra la puerta. Bebe agua. Siente como la impotencia te inunda, como el agua sube por el esófago. Traga. Golpea el colchón, muerde la almohada, golpea hasta que no puedas más. Túmbate boca arriba. Grita hacia tus adentros que ya tienes diecinueve años. Repite: "Ya tengo diecinueve años, gilipollas, ya tengo diecinueve putos años, sois gilipollas". Siente viciada la relación con el espacio, aunque no sepas si es cosa de cuerpos o paredes. Pellizcate la grasa del brazo. Mira al techo con cierta asfixia. Duda cuánto más aguantará todo. 


Quédate escuchando los ruidos de la casa. Si tu padre llama a la puerta de la habitación, si pregunta disimuladamente triste si vas a cenar, dile que no. Siéntete responsable de su tristeza. Aguántate entonces la lagrimita. Sigue escuchando a través de las paredes hasta que sepas que nadie queda en la cocina. Baja a la cocina descalza, coge una manzana y corre. Cómetela en tu madriguera, siéntete un animal. Siéntete también una mala hija. Entra al cuarto de baño. Deja correr el agua mientras vomitas la manzana; que piensen que estás duchándote. Tira de la cadena. Comprueba si quedaron restos en el inodoro. Tose. Lávate la cara, lávate los dientes, entra en la ducha. Mírate analíticamente en el espejo, reconoce tus ojos hinchados. Tose. Toca tus ganglios inflamados, tus moratones, las bolsas de los ojos. Mira cómo se marcan los huesos de la pelvis, cómo sobresalen los omoplatos. Piensa que nadie sabe cuánto trabajo te ha llevado. Piensa en el trabajo que te queda por hacer. 


Péinate. Recoge unos pelos de la pila. Encuentra en el plato de la ducha más pelo todavía. Observa la maraña que has dejado en el cepillo, observa que hay más pelo en el suelo. Siente lo lejos que estás. Siente que eres horrible. Ódiate, llora. Vuelve a tu habitación. Tira la toalla al suelo y entra mojada en la cama. Siéntete mal por rechazar cariño. Pregúntate si te perdonarán tus padres. Pregúntate si habrá redención en la clavícula marcada, en las costillas salidas. Pregúntate si te hará digna de algo la penitencia de cafés y agua, tu penitencia de plato vacío, de llanto en el bidé. Observa tus uñas cuarteadas, la piel seca, las heridas de tus dedos. No encuentres armonía, siéntete ajena a todo equilibrio. Siente que la beatitud es ficción. Solloza, tiembla, tose. Quédate congelada, en blanco. Que se te olvide respirar. Quédate en el limbo de la asfixia, siente el acantilado. Siente que te ahogas. Escucha cómo se abre la puerta de tu cuarto. Sórbete los mocos, intenta decir algo. Tartamudea. Di: "Papá. Papá, lo siento".


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