Me gustaría meter todos los paseos que he dado con mi hermana en una misma habitación, los que nos han llevado por el campo o por el centro de Sevilla Torneo el Paseo de la O, los del Barrio Latino, los de.
Me gustaría que los paseos con mi hermana para recoger pizza y ver Juego de Tronos en una noche de la primavera temprana estuvieran a mi disposición, que lo están, o no lo están, porque yo los quiero tocar, yo quiero que la piel de mis piernas desnudas de mi culo en bragas se raspe con el tapizado viejo y un poco roñoso de los sillones de Concha mientras en la televisión suena QCHSSSSSSSSS TIno ninoNIno ninoNIno…
Si metiera todos esos paseos en la habitación donde ahora cagan y comen mis gatos, donde se asoman a la ventana sentados en el alféizar, Concha aparecería por el piso sin avisar. Aparecería pensando que avisa cuando con la llave en la puerta bien abierta y una pata en el zaguán dijera “Soy Concha, entro”, dijera “Soy Concha, entro” cuando en realidad ya estuviera en la cocina mirándonos fregar los platos, o plantada en mitad del salón con su atuendo de zumba contándonos que el profesor se la quiere pinchar.
En ese sitio no reverberarían nuestras voces de tan lleno que estaría, pero a nuestro silencio, al duelo por nuestra abuela, a la verborrea que sube y baja y sube como lo hacen nuestro enfado y nuestra sorpresa, responderían los pájaros de la tarde que atraviesan el arrebol arrullo arrorró mi niña antes de retirarse a dormir. Al ruido crac crac crac de nuestros zapatos sobre la gravilla, mush mush mush sobre el alquitrán nuestros zapatos, responderían los mastines los bodegueros al otro lado de las vallas, los autobuses al otro lado del bordillo, los barcos al otro lado de la orilla.
El techo sería púrpura purpúreo purpurina infinito a lo largo y a lo alto y a lo ancho, un techo puro en el que nada se refleja porque no hay que romperlo, porque mi hermana lo cruzó en avión hace cuatro meses y ahora está no sé dónde porque no sé dónde está Suecia en el mapa pero sé que está más cerca de Papá Noel que yo.
Si mi hermana, ahora que está más cerca, conociera a Papá Noel, yo le diría que me pidiera para Navidad una habitación donde meter todos nuestros paseos cuando en realidad lo que quiero es meter en una habitación a mi hermana y no dejarla salir. Pero entiendo que si a un genio de la lámpara no puedes pedirle que alguien te quiera no puedes pedirle que alguien se muera, a Papá Noel no puedes pedirle que lleve a cabo actuaciones penadas por ilícitas en los artículos 163 a 168 del código penal español: detención ilegal y secuestro.
Como no puedo meter a mi hermana en una habitación, abrir cuando yo quiera, ver esa cara que tiene, qué cara, mi hermana es como yo pero no es como yo para nada, qué cara que tiene que me la como, qué cara que no es como la mía para nada, a mi hermana la meto en la pantalla del móvil que abro cuando quiero y en la foto del grupo de WhatsApp veo su cara. Veo su cara y tecleo, taca taca taca, y hablo con ella como si la tuviera en una habitación encerrada.
Mi hermana está en Suecia porque se atrevió a pintar una silla, y como yo no quiero que me lean los artículos del código penal español en una sala de vistas de la Ciudad de Justicia, a Papá Noel le pediré que me regale una habitación donde pueda meter todos los paseos que he dado con mi hermana, a Papá Noel le pediré que pueda agarrar el pomo de la puerta que la pueda empujar que la pueda abrir y que pueda respirar respirar respirar el aire de la Campiña de todos los paseos que he dado con mi hermana.
Maravilla
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